Cuando la taravita estaba a 400 metros de altura, Enrique Píchiga, miró lentamente al vacío y no tuvo otro remedio para su miedo que agarrarse fuertemente a la canasta y ver cómo se hacía más delgada la quebrada El Quebradón, con la distancia. Vea más
viernes, 12 de marzo de 2010
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