domingo, 28 de febrero de 2010

"Cada historia tiene sus palabras contadas..."

Cristian Valencia habla de literatura y periodismo. "Cada cabecita que hay en el mundo es una fábrica de historias… lunas de papel", afirma.

Carlos Andrés Pérez Trujillo
Redacción Cultura, Neiva

El samario Cristian Valencia, secretamente muchos lectores han aprendido a quererlo. Sus crónicas y columnas de opinión son una muestra de su sensibilidad periodística, que le han valido el reconocimiento en medios nacionales.
Es escritor y periodista. Entre sus distinciones están la primera mención en el Concurso de Libro de Cuentos del IDCT, en 1992; Beca de Novela del Ministerio de Cultura, en 1997; y primera mención en el concurso Cronistas del siglo XXI convocado por la revista Gatopardo para toda Iberoamérica, en el 2000.
Durante tres años hizo la columna de libros para la revista Cromos. Sus crónicas han aparecido en el periódico El Tiempo y en las revistas Gatopardo, Soho, Cromos, Semana, Credencial y otros medios independientes.
Con el sello editorial Planeta se publicaron sus novelas 'El rastro de Irene' y 'Bitácora del Dragón'. Su libro de crónicas 'Hay días en que amanezco muerto', es uno de los preferidos de los lectores, con el sello Random House-Mondadori. Actualmente es columnista de El Tiempo y cronista freelance para distintos medios impresos.
Hace un par de años, algunos estudiante de periodismo de la Universidad Surcolombiana leyeron una de sus célebres crónicas en El Tiempo. Hablaba de 'Poñoño', un habitante de la calle víctima del atentado a la Casa de Nariño.

¿Cómo descubrió esta historia?. ¿Cómo la construyó?
Por entonces dictaba talleres de literatura en una Fundación (Cachivache) que se encargaba de las personas en alto riesgo. 'Poñoño' iba por allá, y lo conocí antes del accidente. Durante mucho tiempo no quise escribirla, pero ante la indolencia del Estado que no le prestaba ninguna atención, decidí hacerlo, a ver si así conseguía una mano y un billetito.

En sus columnas de opinión y en sus crónicas, son notables algunos adjetivos que dejan al descubierto su sensibilidad social, su afán por la justicia. ¿Esto es indispensable en todo escritor, en todo periodista?. ¿No se caería en el subjetivismo exagerado?
No creo en la objetividad. Como dijo Juan Manuel Roca, seríamos objetivos si fuéramos objetos, pero como somos sujetos somos subjetivos.
Los adjetivos se me resbalan con cada historia, no son premeditados. Creo que cada historia tiene sus palabras contadas, su ritmo intrínseco, su pulsación; y eso es lo que me gusta descubrir.

¿Cómo se escribe un buen reportaje o crónica periodística?
Todo parte de una buena investigación. Después hay que enfermarse con el tema, pensar en él durante 24 horas, soñarlo, verlo en todas partes, hablarlo con amigos. Y una vez se ha masticado suficiente, buscarle la forma, el tono particular y mandarse a escribir.

¿Cuál es la relación que hay entre el periodismo y la literatura?
Creo que es poca para lo que debería ser. Pero cada día la crónica bien escrita gana más terrenos en medios impresos. La literatura es indispensable para lograr que la realidad se parezca a la realidad.

¿Qué está escribiendo ahora?
Tengo varias historias en la cabeza. Estoy en una novela de vaqueros, puro bang bang, porque pienso que nuestra realidad se parece mucho al lejano Oeste. También una crónica de un hombre que conocí en la Guajira.

¿A los cuántos años empezó a escribir? ¿Tuvo alguna influencia familiar?
No tuve ninguna influencia familiar. En realidad, era muy gamincito de pelao. Pero a los veinte, cuando tocaba ver para dónde agarraba, convencido de no servir para nada, comencé a escribir. Manuel Vincent, el escritor español lo dice mejor: “Y cuando sepas que no sirves ni para cambiar un bombillo, puedes pensar en ser escritor.”

Entiendo que es barranquillero, ¿qué conoce de la literatura huilense?
Soy samario, de familia del eje cafetero. Debo decir, con pena, que conozco poco de la literatura huilense. Al único que he leído, y muy pocas cosas, es a Betuel Bonilla, amigo personal y gran escritor.

¿Está de acuerdo con la publicidad que se le da a ciertos escritores de determinada edad en Bogotá, con el fin de promocionar las letras?
Cuando se es joven está bien que existan esos espaldarazos. La publicidad no es mala en sí. Pienso que si se anuncia coca cola, que es un líquido bastante sospechoso (sirve para destapar cañerías y ablandar tornillos trabados, por ejemplo) ¿por qué rayos no darle publicidad a la literatura? Espero ver algún día una valla con la mejor frase de una novela, y publicidad en tele en horario triple A anunciando una buena historia. Eso elevaría las ventas. Y esas ventas elevarían el nivel cultural de este país, sin duda.

Ya en Europa hay cierta preocupación entre las grandes editoriales por la influencia del E-book, o libro digital; ¿usted, como escritor, le teme a este avance de la tecnología?
¿Qué gano con temerle si va a suceder?. Sería como pasar a ciegas los semáforos por un romanticismo que, en el mejor de los casos, te dejará lisiado del golpe. El E-book será revolucionario, sin duda, entre otras porque las editoriales no podrán seguir quedándose con el 90 por ciento de las obras de los escritores. Un porcentaje que a ellas les parece justo, en tanto deben pagar muchas cosas. Con el E-book esa disculpa se acabó: se necesita un escritor y un diagramador. Nada más. Y ya hay libro en el mercado.

Así como Fukuyama anunció el Fin de la historia, ¿Usted cree que llegará el día en que muera la literatura?
El día que muera la literatura es porque la especie humana se ha extinto. Cada cabecita que hay en el mundo es una fábrica de historias… lunas de papel.


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